Teatro Jovellanos, 06 de octubre a las 20:00h

LES SCARAMOUCHES

Farsa, sátira, tragedia y comedia en la noche francesa

Obras de Lully, Marais, Couperin, Corrette y Leclair

(DESCARGUE EL PROGRAMA DE MANO)

FORMA ANTIQVA

Aarón Zapico, clave y dirección

Ana Villa, narración

Colabora:

Forma Antiqva inaugura la 114ª temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón con un espectáculo centrado en la figura de Scaramouche, el emblemático personaje de la Comedia del Arte. A través de una visión teatral, se propone una aproximación a la música de los grandes maestros franceses del Barroco, tales como Lully, Marais, Couperin, Leclair o Corrette.

 

Reseñas

Una velada versallesca con Forma Antiqva

Los Zapico inauguraron con ‘Les Scaramouches’ la 114 temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón en el Jovellanos

RAMÓN AVELLO
Jueves, 7 octubre 2021 – EL COMERCIO

«Farsa, sátira, tragedia y comedia en la noche francesa» se lee en el título del programa de mano de ‘Les Scaramouches’. Sin embargo, el público salió del teatro entusiasmado con una música exquisita y bien cuidada de la corte de Luis XIV, pero extrañado por una dramaturgia fallida. Scaramouche era un personaje de la Comedia del Arte, que representaba a un militar liante, fanfarrón, temible más por la lengua que por la espada, y siempre metido en riñas y, como su nombre indica, «escaramuzas». Con este nombre, un poco traído por los pelos, Aarón Zapico, al frente de Forma Antiqva, idea una manera de acercamiento al repertorio barroco francés, que pretende estar a caballo entre el teatro, la pantomima y el concierto. Al final, solamente reluce el concierto. Apoyado en textos seleccionados o escritos por Natalia Huarte, declamados por la actriz Ana Villa, ayer vimos en el Teatro Jovellanos, fundamentalmente, una buena música y unos textos deslavazados, probablemente entresacados de Madame de Sévigné y Moliere, entre otros autores.

La actriz asturiana Ana Villa intenta ser el hilo conductor del espectáculo. No es una mera narradora, sino una intérprete que hace que al menos en el espectáculo se diferencien tres estados de ánimo: la fiesta, cuando habla de una boda; la melancolía y la tristeza, en segundo lugar, y, en el tercero, el breve momento de comicidad que imprime en una especie de diálogo imaginario. Ana Villa es una actriz con muy buena declamación y con registros anímicos expresivos. Lo que ocurre es que los textos que tuvo que defender tenían poca entidad.

Forma Antiqva es una formación variable en torno al trío formado por Aarón, Daniel y Pablo Zapico, clave, tiorba y guitarra respectivamente. Para ‘Les Scaramouches’ Forma Antiqva estuvo integrada, además del trío Zapico, por dos flautas -Guillermo Peñalver y Alejandro Villar-, dos violines -Jorge Jiménez y Daniel Pinteño-, una viola -José Vélez-, violonchelo -Ruth Verona-, contrabajo -Jorge Muñoz- y una imaginativa variedad de instrumentos de percusión, interpretados por David Mayoral. Aarón Zapico, director y clavecinista, imprimió a esta particular velada versallesca un movimiento tripartito. Una primera parte brillante, festiva, animada; una segunda parte más serena y meditativa y una tercera parte de nuevo cómica y alegre, para terminar con la popular ‘Marcha para la ceremonia turca’ de Lully, compositor que fue director de la Orquesta Real en tiempos de Luis XIV, y colaborador del dramaturgo Moliere.

Tras una pequeña introducción del percusionista mientras entraban los músicos al escenario, comenzó el espectáculo con la Obertura del ‘Amadís’, de Lully. Aarón Zapico dirige un barroco fresco, muy rítmico, muy imaginativo, con mucha libertad, sobre todo, para instrumentos como la percusión y el continuo. El grupo asturiano, indudablemente, tiene una personalidad muy marcada, que incluye versatilidad y esa especie de frescura que hace que sus interpretaciones barrocas suenen actuales. De esta primera parte, destacamos sobre todo las obras de Couperin, la ‘Mussete’ y el ‘Forlane’. La primera imita la sonoridad de una cornamusa y la segunda es un animado baile de ronda.

En la parte central, prevalecieron los aires de danza más pausados y cierto tono melancólico y meditativo. Volvemos otra vez a Couperin con una delicada sarabanda y destacamos también los aires españoles de ‘El burgués gentilhombre’ de Lully. Para la corte francesa, la música española era muy severa y lenta.
La tercera parte volvió al espíritu festivo inicial. Rigodones y minués, para terminar con la ‘Chaconne des scaramouches, trivelins et arlequins’ de Lully. Y, al final, como coda del espectáculo, ‘La marcha para la ceremonia turca’.

En mi opinión, no coincidieron las intenciones dramáticas con la música que se representó. Es indudable que hay varios singulismos -como las tres chaquetas al final de la obra que son los colores de la bandera francesa- y referencias a escritores franceses barrocos no explícitas, pero el espectáculo se salva exclusivamente por una música que nos lleva a la corte de Luis XIV. Lo versallesco solamente se pudo aplicar ayer a lo musical.

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