En una conversación de Faustino González Alcalde con Jesús Ferrero, por aquel entonces presidente y tesorero, respectivamente, de la Sociedad Filarmónica de Gijón, se definía Faustino a sí mismo, con una mezcla de orgullo y retranca como “diletante musical”. Diletante es, por una parte, el que se deleita, pero también el buen aficionado que conoce y disfruta con pasión y entusiasmo. Faustino amaba la música, especialmente los géneros sinfónicos y de cámara, y contribuyó, con una generosidad proverbial a la continuidad de la Sociedad Filarmónica de Gijón. Aclaremos que la presidencia y los cargos de la Filarmónica son gratuitos, se trabaja bastante y no se cobra nada.
En el 2008, la Filarmónica, a pesar de la celebración del centenario de su fundación, padecía una situación crítica. Fernando Figaredo, que había sido presidente de la Filarmónica durante quince años, dejaba, como era su deseo y lo había advertido reiteradamente, la presidencia. Al no haber ninguna candidatura para formar una nueva Junta Directiva, la Sociedad Filarmónica estaba abocada a su liquidación. Paz Fernández Felgueroso, entonces alcaldesa de Gijón, sin ser socia, veía la desaparición de la Sociedad como un empobrecimiento cultural para la ciudad, y habló con algunas personas relacionadas con la música en Gijón para buscando una solución para que la Filarmónica no se extinguiese. La solución fue Faustino González Álvarez, quien dirigió la Filarmónica hasta el 2016 con bonhomía, prudencia y especialmente en los últimos años, con sacrificio personal.
Decía Fernando Vela en un artículo publicado en 1916 en “El Noroeste” sobre la Filarmónica de Gijón, que “el estado de civilización de un pueblo queda indicado por las sociedades que significan desinterés, siendo la Filarmónica la más elevada”. Ese desinterés nace de personas concretas, individuales, y honradas, como fue Faustino González Alcalde, mi querido y recordado diletante.
