El violonchelista avilesino junto al pianista Patxi Aizpiri interpretaron ayer en el Teatro Jovellanos un aplaudido concierto dedicado a la música para violonchelo y piano de Beethoven
Ramón Avello
El concierto de Gabriel Ureña y Patxi Aizpiri se había programado por la Sociedad Filarmónica de Gijón para noviembre del pasado año, dentro de los actos del 250 aniversario del nacimiento del gran compositor. El cierre del Teatro Jovellanos hizo que se haya aplazado este concierto hasta ayer, lo cual nos recuerda que, más allá de fechas puntuales, Beethoven sobrevuela efemérides. Todos los días y todos los años son hábiles para conmemorar su música.
Gabriel Ureña es un violonchelista total, con una actividad que abarca la orquesta, principalmente como primer violonchelista de Oviedo Filarmonía, la música de cámara y el concierto solista. A Patxi Aizpiri le conocemos en Asturias tanto como pianista, acompañante de coros como el Orfeón Donostiarra, cantantes e instrumentistas, y por su labor durante varios años al frente del Coro de la Ópera de Oviedo. Ayer, ofrecieron un concierto que fue como un clarividente viaje a la evolución musical del compositor. El recital fue presentado por David Roldán, con comentarios precisos y concretos sobre la obras y sus circunstancias.
Sin ser violonchelista, Beethoven fue uno de los primeros músicos que escribieron sonatas para violonchelo y piano, intuyendo las posibilidades tímbricas y expresivas de este instrumento, según Pablo Casals el más parecido a la voz humana.
Las “Variaciones para violonchelo y piano sobre el tema “Bein Männem, welche Liebe fühlen” (Para los hombres que sienten amor), aria de Pamina y Papageno de “La flauta mágica”, de Mozart, es una obra de juventud, previsible en los diálogos entre los dos instrumentos, interpretada con exquisito equilibrio dialogante entre el piano y el violín. A esta obra le siguió la “Sonata para violonchelo y piano N.º 3 en la mayor” obra central en la literatura beethoveniana de violonchelo y una de sus grandes composiciones de madurez. La versión de anoche, muy compacta, fluida en los tiempos, algo más lentos que los convencionales, lo que le daba un carácter introspectivo muy sugerente.
Cerró el concierto la “Sonata para violonchelo y piano N.º 5 en re mayor, Op. 102, N.º 2, última de las sonatas para violonchelo de Beethoven y obra de su periodo final. Entre lo más destacado de la versión, mencionamos la equilibrada fuga final, un buen ejemplo de contrapunto beethoveniano.
Tras los aplausos, fuera de programa interpretaron “El cisne” de “El Carnaval de los animales” de Camile Saint-Säens, bellamente cantada por el violonchelo sobre los arpegios del piano. Ureña y Aizpiri no son un dúo ocasional o fortuito. Recientemente han grabado un CD con obras para violonchelo y piano de compositores rusos. Esa complicidad que da el hábito de tocar juntos, el público lo percibe y agradece.
(Publicado en El Comercio 30 de enero 2021)