Penélope Áboli y Patrín García Barredo presentan en el Teatro Jovellanos “Al aire libre” un delicado recital de piano solo y a cuatro manos sobre obras de Crumb, Schumann, Ligeti, Bartok y Debussy.

Ramón Avello

“Al aire libre”, título del concierto que ayer interpretaron para la Sociedad Filarmónica de Gijón Penélope Aboli y Patrín García-Barredo, es una expresión con diferentes acepciones. Una muy concreta, es el título de una suite de Bela Bartok de la que ayer escuchamos un movimiento, “Música nocturna”. Pero en un sentido más general, “al aire libre” es una sugerencia de libertad y de espacios abiertos, y también, después de estos meses extraños de confinamiento, un deseo de viajar, salir y reencontrarse con un mundo variado y dispar. A este “aire libre” nos llevaron ayer las pianistas Penélope Aboli y Patrín García Barredo, en un concierto presentado por David Roldán y en el que se combinaron mundos y estéticas diferentes.

George Crumb, nacido en 1921, es un compositor estadounidense fascinado por los efectos sonoros y los timbres insólitos. Las huellas del atonalismo de Anton Weber, y el sentido reflexivo de Bartok se reflejan en una música abierta y libre, recogida en un título muy bartokiano: “Macrocosmos”. De esta obra escuchamos cuatro piezas, las más sugerentes, “Imágenes del sueño” en el que sobre un motivo de tres notas repetidas se superpone una cita de un nocturno de Chopin, y “El círculo mágico”, vibrante movimiento perpetuo.

Frente a las sonoridades ásperas de Ground, el contrapunto del piano romántico de Schumann con “Escenas del bosque”, para piano solo interpretado por Penélope Aboli, y las “imágenes de Oriente, improntus para piano a cuatro manos.  Versiones muy delicadas y sugerentemente poéticas en los dedos de las dos pianistas. El concierto siguió con un joven Ligeti, alejado de las vanguardias de su madurez, con sus “Cinco piezas para piano a cuatro manos”, alguna de ellas de carácter netamente folklórico. Bartok fue otro de los puntales del recital con dos obras, “Cornamusas”, en la que se sugiere la sonoridad de la gaita, y “Al aire libre”, un nocturno que dio nombre al recital. Terminó el programa con un Debussy intimista y delicado, y, fuera de programa, la versión de la “Danza húngara N.º 1”, de Brahms, escritas originalmente para piano a cuatro manos.

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