Aplaudido concierto del dúo formado por Cristina Gestido (viola) y Mario Bernardo (piano) en el Teatro Jovellanos

Ramón Avello

            La sonoridad de la viola, un instrumento algo ninguneado hasta finales del siglo XIX, posee una vaga languidez que combina con la expresividad del piano. Ayer, en el Teatro Jovellanos, la violista ovetense junto al pianista Mario Bernardo ofrecieron, dentro de la 113 Temporada de Conciertos de la Sociedad Filarmónica de Gijón, un variado recital. El concierto, copatrocinado por la Fundación Alvargonzález, se enmarca dentro del ciclo de Jóvenes Intérpretes. Precisamente Cristina Gestido fue becaria de esta Fundación cuando ampliaba estudios en el “Royal College of Music” de Londres. El también violista David Roldán, vocal de la Filarmónica de Gijón, presentó el concierto, formado por la “Sonata para viola y piano”, de Glinka, la transcripción de la “Suite Romeo y Julieta”, de Prokofiev, la “Sonata Fantasía Op.11, Nº4” de Hindemith, “Le gran tango” de Piazzola, y, fuera de programa, la transcripción para viola y piano de “Vaqueirada”, de Antón García- Abril.

            Hay una perspectiva camerística por la que se subraya el sentido del diálogo y se perfila el equilibrio entre viola y piano, en las interpretaciones que nos ofrecieron Mario Bernardo y Cristina Gestido. No es casual que ambos músicos, son fundadores del cuarteto “Enol”, uno de los grupos de cámara asturianos con mayor proyección. Esa especial complicidad entre el dúo, a veces con un mayor protagonismo del piano, impregnó la visión y la versión de las obras. Cristina Gestido es una buena violista, toca con delicadeza, pero con poco relieve en los matices, generalmente dentro de intensidades medias, lo que hace que a veces la sonoridad de la viola parezca algo apagada.

            Comenzó el concierto con la “Sonata” de Glinka, impregnada de cierta melancolía y muy bien cantada por la viola. Siguió con una selección de la “Suite Romeo y Julieta”, en la difícil transcripción para piano viola de Borisovsky.

            Hace un siglo, en 1921, un veinteañero Paul Hindemith tocó, como viola del Cuarteto Rebner de Fráncfort, en la Filarmónica de Gijón. Ayer, Gestido y Bernardo interpretaron una de sus sonatas más originales, la “Sonata en fa mayor, op. 11 n.º 4”, también llamada “Fantasía sonata”. La obra, en un movimiento, aunque en tres secciones diferentes, está concebida bajo la idea de la variación temática. Fue lo más equilibrado del concierto y las páginas en las que la viola destacó por su expresividad.

            Cerró el programa “Le gran tango”, de Astor Piazzola, compositor argentino del que este año se cumple el centenario de su nacimiento. El “Tangazo”, como lo llamaba Piazzola, está dedicada a Rostropóvich y proyecta ese afán de Piazzola de elevar la anécdota del tango a la categoría de la gran música. Una versión muy rítmica, bien contrastada entre los dos instrumentos y muy aplaudida.

(Publicado en El Comercio, el 21 de enero de 2021)

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