Un dúo solvente y equilibrado

 Jesús Reina (violín)  y Damián Hernández (piano)

Teatro Jovellanos, 21  de octubre de 2020.
Publicado originalmente en La Nueva España.

Por Eduardo Viñuela

Crítica del concierto de la Sociedad Filarmónica de Gijón.

Pocas formas musicales recogen los desarrollos estéticos de la música instrumental como la sonata. Desde el barroco, ha servido como «campo de pruebas» para muchos compositores, que encontraban en estas obras de formato reducido un espacio para innovar y ensayar recursos que, muchas veces, acababan formando parte de sinfonías y otras obras de grandes dimensiones. Pero la sonata es una forma con entidad propia, fundamental en el repertorio de cámara y supone siempre un reto para los músicos que deciden llevarlas en el programa de sus conciertos. El pasado miércoles Jesús Reina (violín) y Damián Hernández (piano) asumieron el riesgo y se subieron a las tablas del teatro Jovellanos dispuestos a dar una lección de historia de la sonata, en lo que fue un nuevo recital de la temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón.

Una entrada ordenada, mascarillas, distancia de seguridad, y poco después de las ocho todo estaba listo para que empezara el concierto. Parece que, poco a poco, todos vamos haciéndonos a las nuevas dinámicas de ir al teatro. Arrancaron con una obra cómoda, la «Sonata Primavera» de Beethoven, una composición de juventud plenamente clásica y en la que prima la claridad y el orden. El tema aparece en el violín desde los primeros compases y el diálogo con el piano va desarrollando y variando el motivo principal sin complicaciones. Los cuatro movimientos que componen esta sonata no presentaron ninguna dificultad para los músicos, que supieron mantener la tensión de la obra e imprimir carácter a cada pasaje.

La «Sonata en La mayor» de César Franck nos trasladó a la estética del Romanticismo, y el recital fue ganando en carga dramática. Aquí los temas no están tan definidos, y la inventiva del compositor francés difumina la dinámica de jerarquías en los diálogos entre instrumentos para obligar a una compenetración que exige equilibrio en la interpretación. Destacó el «Recitativo-fantasía» por la fuerza que Jesús Reina imprimió a las notas graves y por la compenetración con Damián Hernández en los pasajes en los que se disuelve el compás. Lástima que el remate de la obra con la cadencia final del «Allegretto poco mosso» resultara algo apresurado, porque habría puesto el golpe de efecto a una acertada interpretación.

El programa se cerró con la «Sonata en Re menor» de Szymanowski, una obra de inicios del siglo XX y enmarcada en un postromantismo deudor de Scriabin. Los contrastes de tempi y de aires se suceden desde el inicio y no se detienen siquiera en el «Andantino tranquillo e dolce», donde el lirismo del tema es interrumpido por un sorprendente pasaje de pizzicati coordinados de forma magistral con las notas del piano. El dramatismo del «finale» permitió a los músicos echar el resto y entregarse a la intensidad de cada fraseo para caer en una cadencia final que desató la ovación. Como propina sonó el «Traumerei» de las «Escenas infantiles» de Robert Schumann.

 


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