Crítica del concierto «Viaje de Invierno» (Winterreise)

Teatro Jovellanos, 11 de diciembre de 2019

Por Mar Norlander

Crítica del Concierto de la Filarmónica Gijonesa.

La Sociedad Filarmónica de Gijón ofreció uno de los conciertos más esperados de la temporada, el “Viaje de Invierno” (Winterreise) de Franz Schubert. La butaca rozando el lleno pudo seguir paso a paso cada verso mediante un programa de mano impreso para la ocasión a todo lujo y traducido del alemán, gracias a la implicación del Club Rotario de Gijón y la colaboración de diversas entidades, entre ellas La Nueva España. La recaudación íntegra de la taquilla se ofreció a beneficio de la Asociación de Esclerosis Lateral Amiotrófica del Principado de Asturias.

“Viaje de invierno” es una obra sublime y difícil, por cuestiones técnicas y por la necesidad de sumergirse en el mundo de las emociones para que sea creíble a los oídos de tantos aficionados. No olvidemos que esta obra es una de las más populares del género lied. Schubert tenía tan sólo veintiséis años y estaba muy enfermo de sífilis cuando abordó esta composición sobre doce poemas de Wilhelm Müller, con una gran carga dramática al haber perdido a su madre y sus hermanos cuando era niño. Tanto sufrimiento por ambas partes da lugar a un ciclo de venticuatro canciones desgarradoras a la par que bellas.  El tenor José Manuel Montero, acompañado por el pianista Aurelio Viribay, mostró una amplia gama de posibilidades al abordar un ciclo de canciones con tanta profundidad lírica.

No fue la mejor noche para el tenor. Ya advirtió al principio del concierto que llevaba varios días aquejado de varias patologías que afectan directamente a la voz, viéndose obligado a abandonar el escenario varias veces entre lied y lied. La merma de facultades se notó. Por momentos el exceso de nasalidad y la dificultad para los cambios de registro estuvieron presentes. A pesar de todo, en lugar de optar por anular el concierto demostró ser un tenor con muchos recursos técnicos y salvó la actuación de manera notable.

Sobresaliente fue la interpretación del pianista Aurelio Viribay, cobrando gran protagonismo en numerosos lieder, destacando la sensibilidad y la fluidez armónica. Recordemos que la función del piano a lo largo de toda la obra no es un simple papel de acompañante. Muy destacable su labor en “Sueño primaveral”, con gran contraste entre la belleza bucólica y la tristeza fría y oscura, hasta llegar a la absoluta “Soledad” del lied número doce, justo a la mitad del viaje. El movimiento oscilante del piano reflejaba perfectamente el vuelo de “El Cuervo” sobre la cabeza del viajero, mientras Montero desgarraba la voz en la “Mañana Tormentosa”, hasta llegar al último lied “El hombre de la zanfoña”. Una muestra de empaste entre voz y piano de lo más audaz, logrando sumergir al espectador en un viaje de invierno muy triste y muy bello.

Una pequeña parte del público manifestaba sus ansias por aplaudir, incluso antes de dejar reposar el acorde final de cada lied, resultando un tanto molesto. Está muy bien aplaudir, pero todo tiene su momento. El concierto terminó con una gran ovación y el reconocimiento al esfuerzo y al trabajo bien hecho por parte de dos grandes profesionales.

 

 

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