El pianista asturiano Juan Barahona abrió ayer, en el Teatro Jovellanos de Gijón, el ciclo de Jóvenes Intérpretes Fundación Alvargonzález, organizado por la Sociedad Filarmónica de Gijón. La Fundación Alvargonzález concede desde hace años becas de ampliación de estudios para jóvenes músicos. Juan Barahona fue, precisamente, uno de los intérpretes que disfrutó una ayuda de esta institución.
El joven pianista ovetense ofreció un programa sobre la creación e interpretación de dos compositores muy diferentes: Mozart y Liszt. Para Barahona, la música de piano de Mozart se caracteriza por el fraseo ‘cantábile’ y por rasgos expresivos y de dinámica señalados en la partitura, que iban más allá del ‘fortepiano’ de la época de Mozart. La diferencia fundamental con Liszt, más fundamental que un virtuosismo y una técnica avasalladora, es la carga dramática y la concepción poética. Estos rasgos salieron a la luz en un programa variado, complejo, en el que se interpretó la ‘Fantasía en do menor’, K. 396, y la ‘Sonata N.º 10 en DO mayor’, K.330 de Mozart, y ‘Funerailles’, de Liszt, en la primera parte, y la ‘Sonata N.º 9 en Re mayor’, K. 311, de Mozart y la ‘Sonata Dante’, de Liszt, en la segunda. Como propina tocó ‘Paráfrasis sobre un tema de Schubert’ de Rachmaninoff y la ‘Pavana para una infanta difunta’ de Ravel.
El Mozart de Barahona es exquisitamente ‘cantábile’, con una gran claridad en los fraseos y muy interiorizados los matices. Un Mozart prerromántico y emocional. Su Listz, muy bien interpretado tanto técnicamente como en los aspectos expresivos, es fundamentalmente una lectura de honduras dramáticas, muy poética y que no se queda en un mero alarde de virtuosismo sino que va al fondo de la obra. Un Listz asombrosamente descriptivo. De lo más apludido fue la segunda propina, también tocada con transparencia y muy rica en planos sonoros. Sin duda Juan Barahona no es una promesa, sino uno de los grandes pianistas que tenemos en Asturias. Ayer lo comprobamos.