Ensemble Allettamento. 

Teatro Jovellanos, 24   de enero de 2018.
Publicado originalmente en La Nueva España.

Por Eduardo Viñuela

Crítica del concierto de la Sociedad Filarmónica de Gijón.

Llevan poco tiempo funcionando como «Ensemble Allettamento», pero Mario Braña (violín) y Elsa Pidre (violonchelo) son un dúo consolidado en el panorama de la música instrumental barroca y llevan tocando muchos años juntos. Su apuesta por el barroco no ha dejado de darles alegrías: en el Festival de Música Antigua de Gijón fueron premio del público en 2016 y premio del jurado en 2017, y como ganadores de la última edición del festival actuaron el pasado miércoles en el Teatro Jovellanos, dentro de la programación de la Sociedad Filarmónica de Gijón.

Si algo puede definir el proyecto de este dúo es el rigor y el virtuosismo. Rigor en la forma de aproximarse al repertorio y de plantear la interpretación de las obras buscando ser fieles al espíritu con el que fueron concebidas. Ambos músicos tocan instrumentos barrocos con cuerdas de tripa que, más allá de los naturales y puntuales problemas con la afinación, dan a la música un colorido tímbrico y una calidad particular. Y virtuosismo por su capacidad para dar vida a cada pasaje, a cada movimiento de sonata o cada danza de una suite. No se trata de velocidad,  que también la hubo, sino sobre todo de compenetración y de gusto a la hora de tocar, de saber dar a cada fraseo el carácter adecuado para expresar el afecto de la obra.

El repertorio era exigente, con pocos momentos de relax para ambos intérpretes. Nada de ostinatos y pocas progresiones convencionales, y es que las obras que eligieron para este concierto no establecen jerarquías entre instrumentos; ambos ejecutantes tienen la responsabilidad de responder en todo momento para que la melodía se desarrolle y el discurso musical no decaiga. El título del recital vaticinaba «El triunfo del diálogo», y el diálogo se impuso, con piezas italianas del barroco tardío, el periodo y el lugar en el que la música ya se había emancipado del texto y permitía estas ricas conversaciones entre instrumentos.

Sorprendió la capacidad de este dúo para jugar con el tempo; el compás se diluía constantemente en favor de la expresividad de la melodía, y violín y chelo parecían respirar como un único instrumento logrando una espléndida articulación de los fraseos. En unos pocos compases podían pasar de fijar un «perpetuum mobile» a desafiarlo por completo con precisos retardos. Los aires de danza en las «Ariecorrenti…» de Bononcini favorecieron este tipo de contrastes, y «La Molza» fue un prodigio de compenetración. Pero el compositor que mejor abordan es Giovanni Batista Cirri, especialmente su Op. 12,nº 4, que también destacó en la final del concurso de Gijón.  Este dúo para violín y violonchelo alcanza un brillo y una expresividad particular en manos de «Ensemble Allettamento»; al acabar el «allegro con brio» se desataron los aplausos, aún no tocaban, pero bien los merecía, y sonaron más a expresión de sincera admiración que a metedura de pata. Fue un concierto que confirmó lo que ya sabíamos sobre este dúo: su calidad y su gran proyección dentro de la música barroca. Permanezcan atentos.

 

 

 


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