Crítica del concierto de Josep María Colom y José María Fernández.  

Teatro Jovellanos, 10 de mayo de 2017

Por Ramón Avello

Crítica del Concierto de la Filarmónica Gijonesa.
Josep María Colom y José María Fernández en dúo, son más que dos, al mostrarnos no una dualidad, sino un mundo de sutilezas sonoras en continuo diálogo. Josep María Colom, bien conocido por la Sociedad Filarmónica de Gijón, además de ser uno de los grandes pianistas actuales, es sobre todo un músico comunicativo y un artista íntegro y sincero. José María Fernández es un joven violinista andaluz con una carrera prometedora especialmente en la música de cámara. El miércoles, en el Teatro Jovellanos interpretaron para la Filarmónica de Gijón un programa excepcional, tanto por la calidad de las obras, impregnadas de poesía romántica, como por el sentido poético, intimista y progresivamente confidencial de las versiones.
Hondura expresiva, acrecentada con la interiorización progresiva de las obras; sutilezas en los matices, enriqueciendo en un trabajo de contención sonora las dinámicas suaves; sentido fluido, con movimientos internos variados y tiempos con tendencia a retener, fueron algunos de los medios interpretativos empleados para realzar ese diálogo constante en todas las obras. Al Mozart de la «Sonata para violín y piano K. 304» se le impregnó de una atmósfera emotiva y misteriosa, muy schubertiana. El «tempo de minueto» de esta obra, bisado con algo más de lentitud al final del concierto, resultó de una sonoridad mágica. Encantadora la versión del «Dúo para violín y piano en la mayor», Op. 162, de Schubert. Si antes decíamos que en Mozart planeaba una anticipación de Schubert, en la interpretación muy bien cantada del Andantino del dúo reaparecen sombras mozartianas.
Estas complicidades dialogantes reaparecieron en una versión contenida en las dinámicas y fluida en los tiempos de la «Sonata Op. 108, nº 3» de Brahms, la última de sus sonatas para violín y piano. Indudablemente a esta obra no le falta virtuosismo y brillantez, especialmente en el «Presto agitato» final, sin embargo, los intérpretes, frente a la impetuosidad expresiva y el rigor técnico pusieron en primer plano esas otras cualidades emocionalmente más líricas y ensonadoras. Todo ello para destacar en una versión única, un lirismo algo nostálgico pero vital, y la poesía íntima de los diálogos confidenciales.

 

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